Japón es una capital gastronómica que no deja de sorprender con la variedad de sus ingredientes y la complejidad de las técnicas que se utilizan para crear platos que son, en apariencia, impecablemente simples. Dentro del universo de posibilidades culinarias que podemos encontrar en Tokio, parece extraño —e incluso quizá contraintuitivo— que destaque un lugar como Seirinkan Pizza, un sitio del todo único en el distrito de Meguro con un menú italiano en el que, se dice, se sirve la mejor pizza napolitana del mundo.
La primera pizza napolitana en Tokio
Independientemente de si esta aseveración es exagerada o no, lo cierto es que la fama no es gratuita y que los comentarios de los clientes son bastante favorecedores. De hecho, el pizzero Sumusu Kakinuma aprendió a preparar estas recetas en Nápoles, fue pionero en ofrecer este tipo de pizza en Tokio, y lleva ya casi tres décadas dedicándose a perfeccionar la técnica. Sabiendo esto, resulta sorprendente abrir el menú y descubrir que solo hay tres tipos de pizza: la Margherita, la Marinara y la Bianca. Tres pizzas simples, horneadas en horno de piedra, sin pretensiones, las más clásicas de todas. Sin embargo, si algo se demuestra aquí, es que la técnica y la calidad de los ingredientes son clave, más aún que la innovación.
Un edificio único
Otro elemento que llama la atención es la decoración. Ubicado en un edificio de tres pisos que llama la atención desde la calle, entrar a este lugar es como viajar en el tiempo. Por un lado, una estética que recuerda al steampunk de las películas permea en la arquitectura, mientras que todos los muros están tapizados de posters, álbumes y memorabilia de The Beatles. Aunque hay bastante espacio, la recomendación general dada la fama del lugar es procurar llegar temprano, pues además de todo, estas pizzas en Tokio tienen un horario de operación bastante reducido.
Qué pedir además de pizza
Si bien Seirinkan es conocido por ofrecer la mejor pizza en Tokio, lo que más abunda en el menú son las entradas y las pastas con mariscos y bastante queso. La selección de postres también es reducida, pero no hay mejor cierre para una comida tan digna de elogios. Por un lado, un affogato que parece sacado de una ilustración kawaii, o si lo prefieres, un ‘toromisu’ clásico con queso mascarpone, espresso, castella y cocoa en polvo.
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